martes, 18 de junio de 2013

PAPÁ TOÑO


Si escribiendo con luz de insomnio, pudiera derramar la tinta inconclusa de los albores de mi vida sobre un papel, seguramente escribiría sobre el día aquel, que envuelto en los vapores de Baco te vi sonreír alegre, junto a tu "tocadiscos", (enormes discos aquellos, de acetato, sobre todo los "long play") escuchando a los Ángeles Negros, a Los Melódicos o Agustín Lara -siempre intuí que tu acorazado corazón, por dentro era de papel y miga de pan, y que sufrías una pena muy honda que nunca supe saber ni entender- y me abrazaste...eran tan raros tus abrazos, pero, ¡cómo estremecían!
O si cantando con pedestre y celestial voz de ángel caído, cantar pudiera la melodía profunda de los irredentos, seguramente cantaría la orgía de la danza de las letras, cuando me enseñaste a leer en la pasta rota de aquel abecedario que encontramos tirada en el basurero, ¿te acordás?, y aprendí a leer, aún antes de asistir al kinder, se que yo era tu orgullo, y ahora escribiendo estas letras sin ton ni son, haciendo espacios entre las huellas que dejan las lágrimas sobre el papel, me pregunto entre una y otra:
-¡¿por qué putas nunca me lo dijiste?!...
Si yo pudiera con el plomo de mi alma abrir un agujero en el remolino del tiempo, y deslizarme hasta aquellos días, volaría hasta tus brazos, y te abrazaría con fuerza, y no te soltaría nunca jamás...
De tí aprendí el valor, con tu ejemplo sin igual, eras bajo de estatura, no eras corpulento, pero juro y aseguro que nunca he vuelto a ver un hombre más valiente, no existía hombre, ángel ni demonio que te hiciera retroceder, nunca te vi dar un paso atrás, jamás, nunca te moviste de la raya, nunca medías al enemigo, la medida era la tuya.
Cientos de recuerdos se aglomeran en mi mente cuando pienso en tu valentía, pero hay dos que siempre llevan la vanguardia:
El de aquella noche cuando un fulano había matado a otro, y los familiares y amigos del difunto habían formado una horda sin control queriendo cazarlo; había gritos, maldiciones, improperios, sonidos de machete y grandes piedras acuchillando la noche y torturando la calle; recuerdo que nosotros, mi mamá, tú y yo, no sabíamos que pasaba, estábamos despiertos, en lo oscuro, expectantes, tú traías dos machetes, me diste uno y me dijiste:
-Tome, hágale güevo, si un hijueputa se salta la puerta de la calle, ¡vuele verga!
Yo tendría, no se, seis, ocho años, me orinaba del miedo, y una rodilla me topaba con la otra del temblor en las piernas,  pero sólo dije:
-Si papá
Pero las manos me temblaban demasiado y no pude sostener el machete, cayó al suelo estrepitosamente haciendo un ruido infernal, afuera en la calle, la horda enfurecida gritó:
-¡ahí está el hijueputa!
y una lluvia de piedras cayó sobre la casa, los más audaces empezaron a escalar la puerta que daba a la calle.
Tú saliste, machete en mano, y apoyado par la Laica ( nuestra perra, pastor alemán, que medía unos 1.50m parada en dos patas) a la puerta, a defender nuestra posición, mientras gritabas:
-¡Aquí no hay nadie hijos de puta! ¡al que se brinque la puerta le vuelo la cabeza!
y empezaste a tirar machetazos a diestra y siniestra, aquello era un pandemonium, hasta que el idiota del asesino saltó a la calle desde un terreno baldío donde se había ocultado, 
-¡Allá va!
y se fueron, y nos dejaron en paz...uffff, ¡qué nochecita!
El otro, otra noche (quizá por eso, la noche y yo, tenemos una extraña relación de amor-odio, las cosas más terribles y las más bellas, me han sucedido de noche, ella ha puesto a prueba mi valor hasta el límite y me ha cubierto con su manto cuando mi sentir y mi amor han explotado al máximo), tú tenías un pick up, el "picacho" le decías, que Papá Chepe, mi tío, te había concesionado para que le enseñaras a conducir al marigüanero de mi primo Noé, como no teníamos estacionamiento lo estacionabas en la calle; esa noche, unos ladrones del lugar lo querían desmantelar, todo pasó en un instante: los ladridos de los perros, tú, el machete, los gritos de mi madre en la puerta; yo ya había crecido un poquito y ya me sentía machito, traté de salir pero mi mamá no me dejó
-¡No salgás! ¡auxiliooo!
Los tipos te estaban dominando, ya casi, cuando de pronto, acudiendo a los gritos de mi madre empezaron a salir los vecinos, don Samuel, don Chus, Mauricio y otros, llegaron, y entonces, ¡pobres ladronzuelos! ¡qué paliza!
-¡Matemos a estos hijos de puta y los vamos a tirar al río!
decía alguien
-¡No, no, pobrecitos, sólo dejémoslos medios muertos a pura verga!
y llovían las patadas y puñetazos... bueno, otra nochecita.
Hoy te confieso que varios años después, en lo más nutrido del tiroteo, del enfrentamiento, de la guerra, y cuando sentía que las fuerzas me empezaban a flaquear, me acordaba de tí, y decía para mi mismo:
-Mi tata nunca se agüevó
y ponía el fusil en tiro a tiro, para ahorrar munición, y cogía fuerza, como búfalo, como león, como dragón, como tu hijo...tenía miedo de la muerte, pero tenía más miedo de no dar tu estatura, me metiste en un güevo, nunca me pude ni me puedo agüevar, llevo tu sangre, esa no es una opción, siempre fuiste, eres y serás, mi ejemplo...
Me enseñaste a ser honorable y digno,
-Los pobres, lo único que tenemos y que nadie nos puede robar, es la dignidad
me decías; nunca te vi robar, ni mentir, enunciabas tu verdad en voz alta y defendías tus creencias donde fuera y ante quien fuera
-¡Toño! ¡cállese, lo van a matar!
te decía mi mamá
-¡Pa' morir hemos nacido! ¡vale verga!
contestabas.
Mi viejo, duro como el coyol, valiente como león, justo como juez de los que ya no hay, neurótico el viejito, recto, inmesurable, estóico, y aún así, a veces te vi llorar...nunca supe por qué, no me lo decías...
¿Te acordás cuando te destrocé el taxi que alquilabas para trabajar?
Dijiste
-¡Hoy  si mato este hiueputa!
y ¿quién sabe? de suerte no me agarraste, esa noche dormí en la casa de don Miguel...
Unos meses después me estabas enseñando a conducir
-Para que no me haga mierda el carro
Jajaja, mi tata, mi viejo, mi rey, mi amigo silente...
¿Cometiste errores? no lo se, no me importa, no  quiero saber, no creo que hayan sido más de los que he cometido yo, no soy nadie, no soy tu juez para juzgarte, sólo soy tu hijo para amarte y respetarte; y me podría pasar  la vida entera escribiendo de tí y sobre tí, pero hoy sólo te quiero decir:
Ta amo Papá Toño,
no sabes como te extraño, me haces falta,
daría, sin dudarlo un segundo, todo lo que tengo, y aún lo que me falta, por poder verte una vez más, abrazarte y susurrarte al oído:
Te amo papá...

Ave Fénix


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