Era noche de verano,
era reflejo de luna,
eran olas taciturnas
besándose con la playa.
Con las luces de los barcos
alumbrando lontananza,
se iluminaba aquel cuadro,
de aquella noche hechizada.
El embrujo de la costa,
los ecos de aquel silencio,
y el conjuro de un lucero,
dieron a luz la poesía.
Al volver, al otro día,
a lo común y corriente,
ya no pude ser el mismo,
me sentía diferente;
y al buscar adentro mío
encontré lo que faltaba:
era mi alma, que esa noche,
se quedó en aquella playa...
Ave Fénix
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