Dulce brisa de recuerdos,
en las arenas del tiempo,
acompaña aquel velero,
que se quedó sin océano
navegando en el desierto,
tapizado de espejismos,
que conduce hacia el Arcano...
Y esa nave se desliza,
sobre un mar de fantasía,
con su estela de ilusiones,
y sus velas siempre henchidas;
no hay tormenta que lo mueva
de la ruta que le guía:
las luces de aquel lucero,
que después del aguacero,
apareció por el cielo,
la noche de su partida...
Salió a la caza de un sueño,
persiguiendo va el secreto
que le negara la vida,
esa tarde de ironía;
cuando más necesitaba,
versos tiernos que cantarle,
al oído de su amada,
no halló quién le respondiera:
¿en dónde se halla la fuente,
de la cual bebe el poeta,
que lo llena de poesía,
y del mundo lo hace dueño?...
¡Marinero solitario!
que conduces el velero
que va en busca del secreto
de la fuente de la vida,
de la luz y la poesía
para cantarle a tu amada;
¡ya no sigas el lucero!
¡vuélvete por el sendero
que conduce hasta tu playa!
y estando en puerto seguro,
ve, derriba ya los muros
que te impiden ver las luces
de los destellos de tu alma...
y ahí hallarás la poesía.
Ave Fénix
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