viernes, 10 de mayo de 2013

MAMÁ LUZ

De los primeros recuerdos que abriga el enmarañado laberinto de mi mente ya golpeada inclementemente por los ambages del tiempo, es el de Mamá Luz, creo que siempre estuvo allí, antes de todo, antes del llanto que acompaña el alumbramiento, tal vez sin luz, de mi existencia, antes del dolor y la alegría, antes del saber y el entender, en el sentir ignorante pero inequívoco y cristalino del que no sabe nada pero entiende todo, cuando se piensa con el alma y se habla, o se llora, o se sonríe, volcando el corazón en cada gesto...
allí estaba ella ya, desde siempre, como nunca, como nunca antes, como nunca más...
Allí estabas Mamá Luz, untada en los panes franceses y en la pichinga de fresqui-top que llevaba al kinder; en los pantalones cutos, "chores" les decía usted, en las chancletas "balco", en los zapatos que me iba a comprar al Mercado Cuartel, -¡cuánto tiempo pasabas ahorrando en el barrilito verde de "La Centroamericana" las pesetas para comprarme mis zapatos para que fuera a la escuela!- yo tengo ese barrilito mami, me lo traje aquella noche lluviosa cuando te fui a ver en aquella cama, ya estabas muy enferma, ¿se acuerda madre?, cuando me dijo que cuidara a la Vicky, y no es que no quisieras a la Mélida, es que siempre pensaste que la Vicky estaba más loquita, y tenía toda la rebeldía de tu hijo.
¿te acordás mamá?, hasta ahora te voy a confesar que nunca me vine, ahí me quede con usted, aunque mi cuerpo subió al carro en aquella tempestad...
Cuando cierro los ojos la veo surciendo la ropa mía y la de Papá Toño, de noche, en el corredor de la casa que nos botó el terremoto, en su maquina "Singer", y oyendo el programa de Pedro Infante en el radio "Televox" color "aqua", ¿se acuerda madre? Ya viene Pedro Infante! ¡que cante! ¡que cante!...y yo, yo sacándole las canas con una pinza, de su cabecita...
Otras veces te veo cortando café en el volcán de Santa ana, y siempre comprándome mi pan francés, -qué rico era ese pan de Santa Ana- recuerdo mis manos entumidas, inmóviles por el frío, y usted cortando café, y yo, estorbándote allí, pero con usted...ese mes cayó nieve en la cúpula del volcán, y había un árbol centenario y un tapete de hojas secas con luz crepuscular y paisajes de ensueño que aún puedo recordar, y me enamoré de Cintia, aunque ni ella ni usted lo supieron nunca, solo yo...
Te veo lavándome la ropa sucia que usaba en el taller donde estaba de aprendiz,  comprándome chorizos en el Mercado Central, vendiendo tamales, echando tortillas, vendiendo atol de piñuela, llorando mis borracheras, orgullosa de que sabía recitar muy bien los poemas que me aprendía de memoria en el kinder aún antes de aprender a leer, riendo mis locuras, temiendo por mi vida, bajándome de la ventana en donde había subido aquella noche, ya listo para saltar a la casa de la niña Concha, aquella noche en que andaba el Escuadrón de la Muerte rondando la calle, no sabías que el clandestino de tu hijo ya tocaba las estrellas con la frente...y me bajaste de la ventana, -qué hacés ahí? anda acostate!- y preferí acostarme y esperar la muerte antes que decirte que yo era un guerrillero, porque eso te mataría de aflicción, y me quedé, y el escuadrón se fue de paso, y yo no dormí esa noche...
Prefiero recordarte linda, oyendo a Cornelio Reyna y llenando de perfumes las tardes con tu risa, tus silencios, y hasta con tus lágrimas perfumabas, Mamá Luz...
Siempre comías poquito para que la comida alcanzara, siempre reías mucho para que la alegría sobrara, siempre nos amamos aunque nos costaba tanto hablar de eso; siempre iluminaste mi vida con tu Luz de Mamá, como Mamá de Luz, porque alumbrabas mi vida, aunque pariste esta tiniebla de ser humano, esta neblina que se difumina por los caminos del tiempo, que amó tanto y dijo tan poco, que sólo pudo hablar el lenguaje del fusil y de los carros arruinados, y de las canciones tristes del recuerdo... pero amó.
Ahora, mamita santa, mamita bella, mi madrecita, ahí donde estás, en tu cielo, vuélveme a ver un ratito, y tócame con tus manitas, arrugaditas y benditas, y dame mi besito de las buenas noches, y espérame ahí madrecita, que un día de estos estaremos juntos,  para que me abraces y me digas como las últimas veces: "ahora estoy tranquila, porque usted es un hombre de bien", así me mirabas , con tus ojitos cansados, y yo, ciego por el resplandor del rayo, sólo te miraba, como te miro hoy, con los ojos del alma...mi Mamá Luz...


Ave Fénix

2 comentarios:

  1. Marito, que lindo lo que escribes de tu vida con tu madrecita, siempre en las familias existen hijos dóciles e hijos rebeldes, los rebeldes discernimos mejor lo que pasa a nuestro alrededor y nos sentimos responsables para luchar en contra de lo que creemos injusto, seguir nuestros ideales no significa que se es mal hijo ya que son fuerzas internas poderosas que hacen buscar nuevos caminos que nos lleven hacia la libertad anteponiendo a lo que amamos tanto como lo es nuestra familia, nuestra madre. Me quede con mas ganas de seguir leyendo acerca de Mama Luz, deberías de hacer una novela.

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  2. Gracias por tus palabras Milagro, eres tú verdad? sólo dos personas me llaman Marito y tú eres una de ellas, sería hermoso poder escribir una novela con mi viejita de protagonista, sería una novela de amor y sacrificio... un abrazo para tí.

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